An ode to those who are sincerely curious
De la curiosidad femenina en un mundo de hombres
Hoy platiqué con un conocido a quien no veía en 6 años o más. Me saludó con mucha alegría y me preguntó qué me hice. Charlamos un rato y, con pesar, confesó que se sentía preocupado por mí.
Los últimos meses ha escuchado rumores acerca de que había dejado el trabajo docente y cree que estoy haciendo mal. Traté de tranquilizarlo, de transmitirle un poco de alegría por lo mucho que he aprendido y por el crecimiento profesional que logré durante la pandemia y que no ha parado aún.
No lo conseguí. Se despidió pidiéndome de manera muy encarecida que no deje las aulas, que cree que un trabajo seguro es lo mejor “en mi posición”.
Me ofendió de tantas maneras que no podría haberle expresado mi indignación por cada una de ellas. La peor fue esa: sugerir que “mi posición” me impide ser lo que quiero ser.
Quienes no me conocen no saben que tengo dos hijos, producto de una relación fallida y que mi madre vive conmigo. Mis responsabilidades materiales son enormes: alimentación, casa, vestido, estudios, etc. Sin embargo, hay otras responsabilidades que se me antojan más abrumadoras: dar el ejemplo, cuidar emocionalmente, nutrir mis dos pequeños seres humanos y darles acceso a oportunidades para su desarrollo pleno.
Así es, precisamente, “mi posición” la que me anima a salir de la zona de confort en la que vivía y moverme a otras aguas que, para los no-informados, parecieran riesgosas y potencialmente dañinas.
La otra cara de la moneda brilló frente a mí después de la publicación de mi artículo anterior. Una amiga de mi madre, una señora muy querida y llena de amor me mandó un mensaje que aún resuena con alegría y cariño: -te deseo éxito en lo que haces. Break glass ceilings, break some balls and GO GIRL!
¿Qué se supone que haga después de esto? Obviamente. Break some balls. Y some glass ceilings, too. Empezaré por lo segundo.
Estoy segura de que muchas niñas y mamás de niñas estarán de acuerdo conmigo en que Latinoamérica aún es un “mundo de hombres”. Por ejemplo, el señor que saludé. Si yo fuera hombre, me habría hecho una fiesta al enterarse de que emprendí un negocio nuevo montado en tecnología de punta que tiende a revolucionar la economía global. Pero no. Soy mujer y tengo que cuidar “mi posición”.
Lamento mucho, lectora, decirte que no cambiaré nada. Ni haré una revolución feminista, ni pintaré graffiti en el ángel, ni marcharé con las tetas al aire. Haré lo que hago: escribir.
El ambiente criptográfico en español está limitado a seres bilingües. No nos hagamos tontos, la democracia sólo aplica para quienes tienen el poder: el del conocimiento y el adquisitivo. Y si se tienen los dos, mejor.
Ir a esa plataforma en donde sabes lo que sabes y puedes pagarlo no está limitada a los “suertudos”, sino a los educados. Sí, los juniors la tuvieron fácil. Y todos los que pregonan a los cuatro vientos que si yo pude, cualquiera puede, me caen perfectamente gordos. Pero tienen razón.
La última queja de esta entrega va a quienes me lancen la primera piedra: Si no me vas a ayudar a correr la voz, cierra el navegador y olvídate de mí. No necesito tu mala vibra, guárdala para las influencers de Instagram.
A quienes les late que la curiosidad por el ambiente cripto pueda ser buena idea, léanme aquí, en Instagram y en Twitter. Aprenderán algo y dejarán con el ojo cuadrado a los que cerraron el navegador ;)
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